Vamos a
meditar las palabras del Ave María, para que al repetirlas disfrutemos más el
Rosario (noviembre 08 a diciembre 08 de 2012)
Dios te salve
Te saludo
con todo mi amor y con toda la alegría de mi corazón.´
Dios te
salve, Bendita. Y bendícenos a nosotros, los hijos de la Bendita entre todas
las mujeres.
Todos tus
hijos del mundo, en las ciudades
populosas, en los valles y montañas de los cinco continentes te saludan a
diario cuando rezan el ave maría.
Yo me uno a
ese coro de hijos amantes y felices,
Oh Madre
bendita.
Sí, bendita
mil veces, bendita para siempre.
Dios te
salve…
María
Me encanta
pronunciar tu nombre porque es el tuyo: María, Virgen María, Santa María de
Guadalupe, María Reina de la Paz.
Tu nombre ha
poblado de bellas iglesias las ciudades y las montañas.
Lo
pronuncian con grandísimo amor y ternura los jóvenes, los adultos y los niños, Tu
nombre lo llevan con orgullo santo millones de mujeres del mundo cristiano.
Porque te
aman y porque quieren parecerse a Ti necesitamos de verdad en nuestro mundo muchas
Marías que tengan un corazón parecido al tuyo. María bendita, míranos con tus
ojos de cristal, con tus ojos purísimos de paloma, y llénanos de tu perfumada
presencia, de tu ternura inmensa, de tu fe y de tu amor.
Dios te
salve, María…
Llena eres de gracia
Cántaro que
rebosa de la gracia, de la vida de Dios, de su amor inefable, de su santidad.
Más santa y
pura que todos los santos, más que los querubines y serafines.
Por eso la
belleza de tu alma y de tu rostro son el encanto de tu Dios.
Y el encanto
de nosotros también.
Nos colma de
tanta alegría saber que nuestra madre es tan santa, tan bella, tan pura y tan sencilla.
Así te
saludó el ángel: Llena de gracia, impresionado de tu alma.
Dios te
salve, María, llena eres de gracia…
El Señor es contigo
Esta frase
de la Biblia siempre va después del “No tengas miedo”.
Desde que
naciste Dios ha estado contigo, porque te cuidó como a su perla preciosa, a su
rosa exquisita. Él te preparó desde muy niña con sus manos santas para que
fueras después su Madre santa. Todo el amor infinito de Dios cuidando una flor
llamada María.
Estuvo
contigo en tus años de infancia cuidando a la niña más bella, más santa, más querida. Te cuidó en la
adolescencia preparando tu alma y tu cuerpo bendito y santísimo para la
maternidad.
El Señor
está contigo: Te lo dijo un arcángel y él sabía lo que decía. Contigo estuvo en
los años de tu embarazo, dentro de tu
seno, haciéndose un niño por amor a nosotros.
Toda tu vida
terrena estuvo contigo.
Y Tú
estuviste con Él. Fuiste madre, nueva Eva, corredentora. Estuvo contigo en la
cruz, muriendo junto a Ti También estuviste Tú con Él, hasta que murió en el patíbulo y pasó de los
brazos muertos de la cruz a los brazos vivos y amorosos de su madre.
Estuvo
contigo en los años de tu soledad, santificando a su madre amadísima, para que llegara al cielo resplandeciente como
el sol y blanca como la luna.
Contigo está
y estará por toda la eternidad en el cielo. Dios te salve, María, llena eres de
gracia,
El Señor es
contigo….
Bendita Tú eres entre todas las mujeres
¿Qué es Eva
comparada contigo?
¿Qué son las
mujeres de la tierra junto a Ti?
Tú eres la
imagen perfecta, única de la mujer que quiso crear. Por eso, las mujeres, si no
se llaman Marías, al menos deben serlo,
parecerse a Ti que eres el modelo preciosísimo de la mujer cristiana.
Querer
llamarse como Tú es una buena elección.
Pero
parecerse a Ti debe ser su ideal. Modelo de niña y mujer, adorable modelo de
madre y esposa.
Porque Tú
pasaste por todas las etapas del
crecimiento de la mujer, enseñando cómo se puede ser una gran mujer, una mujer
santa, un apóstol de Jesús, y, además, una mujer feliz...
Con muy poco
presupuesto, en una casita humilde, pero donde estaba Dios, y donde Dios está
nada hace falta.
La pobre
casita de María rebosaba de amor, de santidad y de felicidad.
Dios te salve,
María, llena eres de gracia, El Señor es contigo.
Bendita Tú
eres entre todas las mujeres…
Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús
Bendita la
flor, bendito también el fruto. Jesús, el amado del Padre ha nacido de Ti como
la rosa del rosal. La rosa pertenece al rosal.
Jesús te
pertenece, es tuyo, hijo tuyo, fruto de tus purísimas entrañas. Y Tú eres de
Jesús, toda de Jesús, pues Él, además de ser hijo tuyo, es tu Dios omnipotente,
del que te consideras su esclava.
Jesús y Tú
sois, además, de nosotros. Jesús, porque Tú nos lo diste, en un gesto de amor
único y lleno de misericordia…
Y Tú nos
perteneces porque Él te convirtió en Madre, en Madre nuestra.
Entre las
palabras que siempre meditas en tu
corazón, están éstas: “Ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre”. Para
nosotros esta sola frase constituye todo
un evangelio, una buena nueva.
Si Jesús es
nuestro, si María es nuestra, ¿qué dificultad nos podrá derrotar? ¡Qué poco
felices nos atrevemos a ser cuando nos han dado la llave de la felicidad, de la
felicidad completa y eterna!
Dios te
salve, María, llena eres de gracia,
El Señor es
contigo, Bendita Tú eres entre todas las
mujeres Y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Santa María
Si María es
tu nombre, santa, santísima es tu sobrenombre, La cualidad que siempre va con
tu nombre. Por eso tu nombre nos produce
inmensa alegría y al mismo tiempo gran respeto.
Santa María,
dulce María, eres bellísimo jardín donde crecen las flores más bellas.
Espiga
dorada pletórica de fruto, mística rosa, perfumada y más pura que todas las rosas del mundo.
Santa María,
dulce Madre, Virgen pura, Reina bella y sencilla campesina de la entrañable
campiña de Nazaret.
Madre de Dios
Te amamos
como Madre nuestra y te veneramos como
madre de Dios, grandeza incomparable que te ennoblece y nos llena de orgullo santo, porque nuestra
madre es también madre de Dios. Para tan alto privilegio se requería una Madre
virgen, una virgen santa, una mártir del alma, una criatura llena de gracia y
una humilde esclava del Señor, que
supiera decir: Hágase en Mí según tu palabra.
¿Cómo
pudiste poseer al mismo tiempo la máxima grandeza y la más fina y profunda
humildad? Dios te consideró digna madre
suya. Aceptó ser Hijo de tus entrañas. Te hizo grande el que todo lo puede y tú
te hiciste pequeña como una esclava al completo servicio de tu Señor. Madre y
esclava del Señor.
Como Madre
de Dios me infundes un respeto inmenso. Como
esclava del Señor una ternura infinita.
Ruega por nosotros, pecadores
Somos tus
hijos pecadores, Somos hijos pródigos que hemos recorrido los senderos del
pecado y del hastío.
Fuimos hijos
de una madre pecadora, antes de ser aceptados por una Madre Inmaculada.
Ruega a tu
Hijo omnipotente, Tú que eres la omnipotencia suplicante. Ruega siempre para
que no nos engañe más el padre de la mentira.
Dile a Jesús
que no tenemos vino, que se nos ha terminado la alegría y el amor. Pide para
nosotros el milagro de la resurrección cuando caemos muertos de cansancio y de
dolor.
El que dijo
ser la resurrección y la vida es hijo tuyo.
El que dijo
ser la Verdad y la Vida, te llama Madre.
Entonces,
suplícale que nos otorgue la resurrección y la vida. Santa María, Madre de
Dios, ruega por nosotros pecadores…
Ahora…
El día de
hoy, El día de las oportunidades de santificarnos o de pecar.
Hoy, el día
al que le basta su afán.
El único día
que tenemos en las manos.
Que lo
llenemos de amor y de bondad.
Ahora
líbranos de caer en la tentación.
Hoy que
sepamos amar a nuestros prójimos,
Hoy que no
endurezcamos el corazón,
Hoy que
oigamos la voz del Espíritu Santo.
Ahora, en
este presente que se transforma constantemente en futuro.
Hoy, que el
día de hoy amemos, nos santifiquemos,
Seamos
instrumentos de la paz de Jesús.
Hoy, en esta
pequeña vida que es el día presente.
Y en la hora de nuestra muerte. Amén.
En ese
momento en el que se juega nuestra salvación eterna.
Ese último
día que sepamos decir un último “Te amo en este mundo” para repetirlo en la
otra vida por siempre.
Ruega por
los que en ese momento no están preparados, para que si no vivieron en gracia, mueran en gracia de Dios y no vayan al eterno
dolor.
Ruega por
los niños cuyo primer día de vida coincide con el de su terrible muerte. Así
como lograste que el buen ladrón se arrepintiera el día de su muerte, consigue
esa misma gracia a los pecadores más rudos, a los que no aceptan a tu Hijo.
Une a la
misericordia de Dios, tu bondad maternal para salvar de las garras de
Satanás, de la eterna condenación.
Ruega por
nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Autor: P Mariano de Blas LC |
Fuente: Catholic.net <mdeblas@arcol.org
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