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jueves, abril 03, 2025

¿Cuál es el significado de la Semana Santa?



 La Semana Santa, en particular la Pasión y Muerte de Cristo, nos recuerda el Amor de Dios por la humanidad.

Cuáles son los cinco días de la Semana Santa?

La Semana Santa incluye el Domingo de Ramos (también referido como Domingo de la Pasión), Lunes Santo, Martes Santo, Miércoles Santo (a veces, también referido en inglés como ‘Spy Wednesday’ por las negociaciones para la traición de Judas con los judíos), Jueves Santo en referencia al mandato de amor de Jesús a los discípulos), Viernes Santo y Sábado Santo; son los días que preceden al Domingo de Pascua.

Desde la Misa de la Última Cena el Jueves Santo, la Iglesia se refiere también a estos días como el Triduo Pascual o Sagrado.

¿Qué hizo Jesús el lunes de la Semana Santa?

En el Evangelio de San Mateo 21,12-17, leemos lo siguiente:

Entró Jesús en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas. Y les dijo: «Está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración. ¡Pero vosotros estáis haciendo de ella una cueva de bandidos!»

También en el Templo se acercaron a élalgunos ciegos y cojos, y los curó. Mas los sumos sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que había hecho y a los niños que gritaban en el Templo: «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron y le dijeron: «¿Oyes lo que dicen éstos?» «Sí - les dice Jesús -

¿No habéis leído nunca que De la boca de los niños y de los que aún maman te preparaste alabanza?»

Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, donde pasó la noche.

 

¿Qué hizo Jesús el martes de la Semana Santa?

San Juan 12,20-38 nos relata lo que hizo Jesús el martes antes de Su Pasión:

Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús.» Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les respondió: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.

Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu Nombre.» Vino entonces una voz del cielo: «Le he glorificado y de nuevo le glorificaré.» La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel.» Jesús respondió: «No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí.» Decía esto para significar de qué muerte iba a morir. La gente le respondió: «Nosotros sabemos por la Ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo dices tú que es preciso que el Hijo del hombre sea levantado? ¿Quién es ese Hijo del hombre?» Jesús les dijo: «Todavía, por un poco de tiempo, está la luz entre

¿Qué hizo Jesús el miércoles de la Semana Santa?

Es el día en que Judas traiciona a Jesús por treinta monedas de plata. El relato de Lucas (22,1-6) nos lo cuenta:

Se acercaba la fiesta de los Ázimos, llamada Pascua. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo hacerle desaparecer, pues temían al pueblo. Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce; y se fue a tratar con los sumos sacerdotes y los jefes de la guardia del modo de entregárselo. Ellos se alegraron y quedaron con él en darle dinero. El aceptó y andaba buscando una oportunidad para entregarle sin que la gente lo advirtiera.

 

¿Por qué se lava los pies a algunas personas durante la Misa del Jueves Santo?

Se lo hace para imitar a Jesús, que lavó los pies a sus discípulos en la Última Cena, ilustrando con su acción la naturaleza cristiana de la autoridad como servicio.

En Juan 12,1-17, leemos el relato:

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.» Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.» Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.» Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.» Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.»

Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros. «En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. «Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís».

 

¿Qué relata la Biblia sobre lo que pasó el Viernes Santo?

El Viernes Santo, Jesús fue flagelado, sentenciado a muerte por Poncio Pilato, obligado a llevar su propia Cruz al Calvario y finalmente, fue crucificado.

El relato de San Marcos se ofrece en el capítulo 15, versículos del 1 al 47.

Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato. Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú lo dices.» Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas. Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.» Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido.

Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran. Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder. Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?» (Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia.) Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás. Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?» La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!» Pilato les decía: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con más fuerza: «Crucifícale!» Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.

Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte. Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen. Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!» Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacaron afuera para crucificarle.

Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario. Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó. Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando le crucificaron. Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos.» Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!» Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le injuriaban los que con él estaban crucificados.

Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», - que quiere decir - «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.» Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.» Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró. Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.»

Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Se extrañó Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo. Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de Joset se fijaban dónde era puesto.

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sábado, noviembre 04, 2023

A POCOS DIAS DE INCIAR EL MES DE MARIA

 


10 virtudes que debemos aprender de nuestra Madre María como modelo de la Iglesia.

1. Amor ardiente de María a Dios

El amor a Dios es la principal virtud que hemos de imitar de María. Porque la caridad es la madre de todas las virtudes. ¿Y cómo imitarle esta virtud? Hay que ejercitar este santo amor, observando los mandamientos, huyendo de la culpa mortal y evitando también toda caída en el pecado venial.

2. La humildad

La Virgen María nos enseña a reconocer nuestra pequeñez en la presencia de Dios; nos invita a moderar el apetito desordenado de la propia excelencia, a remover la soberbia y la vanagloria que obstaculizan la gracia, con el objetivo de hacer fructificar los talentos que el Señor nos ha concedido (Mt 25,14).

3. Fe y aceptación de la Palabra de Dios

La Virgen Santísima fue un modelo de fe. Así nosotros, para nuestra salvación, hemos de prestar obediencia al don divino de la fe: a) para la gloria de Dios, b) para ser conducidos por la luz divina, y c) para ser fieles al proyecto de amor para el cual hemos sido creados.

4. Obediencia generosa

Por orgullo y amor propio, los hombres experimentamos una cierta repugnancia en obedecer a otros. Pero la Madre bendita de Jesús nos ha dado muestras de que la obediencia nos proporciona ventajas inestimables: a) impide los malos efectos del amor propio; y b) nos aleja de las dudas y perplejidades a que uno está siempre expuesto cuando quiere conducirse por sí mismo.

5. Caridad solícita

Muchos creen que tener caridad con el prójimo es no desearle mal alguno; pero esa es una caridad defectuosa; pues, para que la caridad sea perfecta no basta el no desear el mal a nuestros hermanos; es necesario que nos sacrifiquemos por ellos.

María estuvo pronta a servir con generosidad como lo vemos en el relato de la visita a su prima Isabel, cuando acude presurosa a prestar su caridad, porque en sus entrañas Jesús era la caridad misma que la impulsaba a realizar un servicio (Lc 1,39-45).

6. Sabiduría reflexiva

Uno de los grandes valores que el mundo de hoy ha perdido es el amor al silencio y a la reflexión profunda. El espíritu de retiro que admiramos en María es necesario en todo cristiano, según su estado, para conservar el precioso tesoro de la gracia. Procuremos, pues, amar el silencio, huir del contagio del mundo, ya que en el silencio es donde Dios penetrará hasta nuestro corazón y nos hará oír sus palabras de vida eterna.

7. Piedad de María

La oración y la lectura de los libros santos formaban las delicias de María. Ella siempre estuvo pronta al cumplimiento de sus deberes religiosos (Lc 2,21-22): adoraba al Señor en espíritu y verdad, le alababa y glorificaba con los sentimientos del más profundo respeto… Por eso, así como María, hemos de conservar y aumentar el espíritu de piedad para unirnos con Dios.

8. Paciencia y fortaleza en el dolor

María fue la Madre que nos dio un verdadero ejemplo de paciencia y serenidad en el cumplimiento del plan divino (Heb 10,36). Ella, con un verdadero espíritu de fortaleza y paciencia, afrontó las penalidades de la vida… Así nosotros hemos de guardar paciencia en las dificultades y ejercer la fortaleza ante la calamidad.

9. Pobreza y confianza en el Señor

María entendió hasta su máxima consecuencia aquellas palabras de Jesús: “Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y sígueme” (Lc 19,21). María se entregó sin reservas al plan de Dios, y su pobreza la hizo plenamente rica (Lc 1,48)… Su ejemplo de vida nos llama a no guardar demasiado afecto a las cosas temporales, con el objetivo de hacernos más libres en nuestra entrega a Dios.

10. Esperanza de María

La esperanza es una virtud sobrenatural que Dios infunde en el alma del cristiano para que confiemos en el auxilio del cielo. Es una virtud que puso en práctica la Madre de Dios (Eclo 24,24). Por eso, debemos alimentarnos siempre de esperanza, cuyo fundamento es la bondad divina. Esta firme y generosa esperanza debe servirnos de ejemplo en todas las tribulaciones de la vida, por grandes y sensibles que puedan ser.

martes, abril 25, 2023

¿ QUE ES LA PASCUA DE RESURRECCION?

Por: Teresa Vallés | Fuente: Catholic.net


El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión.


Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.

La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.

Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.

En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?

Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.

San Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14)

Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios.

Pero, como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra vida adquiere sentido.

La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados, demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte.


La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.

Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.

Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo pascual, en el que recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.

La fiesta de la Pascua es tan importante, que un solo día no nos alcanza para festejarla. Por eso la Iglesia ha fijado una octava de Pascua (ocho días) para contemplar la Resurrección y un Tiempo Pascual (cincuenta días) para seguir festejando la Resurrección del Señor.

¿Cómo se celebra el Domingo de Pascua?

Se celebra con una Misa solemne en la cual se enciende el cirio pascual, que simboliza a Cristo resucitado, luz de todas las gentes.
En algunos lugares, muy de mañana, se lleva a cabo una procesión que se llama “del encuentro”. En ésta, un grupo de personas llevan la imagen de la Virgen y se encuentran con otro grupo de personas que llevan la imagen de Jesús resucitado, como símbolo de la alegría de ver vivo al Señor.

En algunos países se acostumbra celebrar la alegría de la Resurrección escondiendo dulces en los jardines para que los niños pequeños los encuentren, con base en la leyenda del “conejo de pascua”.

La costumbre más extendida alrededor del mundo, para celebrar la Pascua, es la regalar huevos de dulce o chocolate a los niños y a los amigos.

A veces, ambas tradiciones se combinan y así, el buscar los huevitos escondidos simboliza la búsqueda de todo cristiano de Cristo resucitado.

martes, agosto 02, 2022

 


Cada 15 de agosto celebramos el dogma de la Asunción de la Virgen María a los cielos, por ello ACI Prensa presenta cinco claves que ayudarán a entender mejor esta verdad sobre la fe católica.

1. Se debe conocer lo que significa un dogma

Un dogma es una verdad de fe absoluta, definitiva, infalible, irrevocable e incuestionable revelada por Dios a través de la Biblia o la Sagrada Tradición. Luego de ser proclamado no se puede derogar o negar, ni por el Papa ni por decisión conciliar.

Para que una verdad se torne en dogma, es necesario que sea propuesta de manera directa por la Iglesia Católica a los fieles como parte de su fe y de su doctrina, a través de una definición solemne e infalible por el Supremo Magisterio de la Iglesia.

2. “Asunción” no significa lo mismo que “Ascensión”

Según la tradición y teología de la Iglesia Católica, la Asunción es la celebración de cuando el cuerpo y alma de la Virgen María fueron glorificados y llevados al Cielo al término de su vida terrena. No debe ser confundido con la Ascensión, la cual se refiere a Jesucristo.

Se dice que la resurrección de los cuerpos se dará al final de los tiempos, pero en el caso de la Virgen María este hecho fue anticipado por un singular privilegio.

Este dogma también es celebrado por la Iglesia ortodoxa.

3. El dogma se proclamó hace 70 años por Pío XII

Desde 1849 empezaron a llegar a la Santa Sede diversas peticiones para que la Asunción de la Virgen sea declarada dogma de fe. Fue el Papa Pío XII que, el 1 de noviembre de 1950, publica la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus que proclama el dogma con estas palabras:

“Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.

4. La Asunción de María es anticipación de nuestra propia resurrección

Esta fiesta tiene un doble objetivo: La feliz partida de María de esta vida y la Asunción de su cuerpo al cielo. La respuesta a por qué es importante para los católicos, la encontramos en el Catecismo de la Iglesia Católica, que dice en el numeral 966: “La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos”.

La importancia que tiene para todos nosotros la Asunción de la Virgen se da en la relación que ésta tiene entre la Resurrección de Jesucristo y nuestra resurrección. El que María se halle en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es la anticipación de nuestra propia resurrección, dado que ella es un ser humano como nosotros.

5. La Virgen no experimentó corrupción en el cuerpo al final de su vida terrena

La Escritura no da detalles sobre los últimos años de María sobre la tierra desde Pentecostés hasta la Asunción, solo sabemos que la Virgen fue confiada por Jesús a San Juan. Al declarar el dogma de la Asunción de María, Pío XII no quiso dirimir si la Virgen murió y resucitó enseguida, o si marchó directamente al cielo. Muchos teólogos piensan que la Virgen murió para asemejarse más a Jesús, pero otros sostienen que ocurrió el “Tránsito de María” o Dormición, que se celebra en Oriente desde los primeros siglos.

En lo que ambas posiciones coinciden es que la Virgen María, por un privilegio especial de Dios, no experimentó la corrupción del su cuerpo y fue asunta al cielo, donde reina viva y gloriosa, junto a Jesús.

POR LILIANA MONTES | ACI Prensa

jueves, agosto 30, 2018

¿Cuál es mi cruz, Señor?



La cruz que cada uno recibe, tiene sentido y el Señor la preparado bien para cada uno de nosotros.

Una vez una persona buscaba al Señor. Le habían comentado de una invitación que hacía a todos para llegar hasta su Reino, donde dicen que tenía reservada una morada para cada uno de sus amigos, y él también tenía ganas de ser amigo del Señor. ¿Por qué no? Si otros lo habían logrado, ¿qué le impedía a él llegar a ser uno de ellos?

Averiguando acerca del paradero, se enteró de que el Señor se había ido monte adentro con un hacha, a fin de preparar para cada uno de sus amigos, lo que necesitaría para el viaje y se largó a campearlo. Los golpes del hacha lo fueron guiando hasta una isleta. Atravesó el bosque tratando de acercarse al lugar de donde provenían los golpes. Al fin llegó y se encontró con el mismísimo Señor que estaba preparando las cruces para cada uno de sus amigos, antes de partir hacia su casa, a fin de disponer un lugar para cada uno.
 - ¿Qué estás haciendo? -le preguntó el joven al Señor.

-Estoy preparando a cada uno de mis amigos la cruz con la que tendrán que cargar para seguirme y así poder entrar en mi Reino.

- ¿Puedo ser yo también uno de tus amigos? -volvió a preguntar el muchacho-

- ¡Claro que sí! -le dijo Jesús-. Es lo que estaba esperando que me pidieras. Si quieres serlo de verdad, tendrás que tomar también tu cruz y seguir mis huellas. Porque yo tengo que adelantarme para ir a prepararles un lugar.

- ¿Cuál es mi cruz, Señor? -Esta que acabo de hacer. Sabiendo que venías y viendo que los obstáculos no te detenían, me puse a preparártela especialmente y con cariño para ti.

La verdad que muy, muy preparada no estaba. Se trataba prácticamente de dos troncos cortados a hacha, sin ningún tipo de terminación ni arreglos. Las ramas de los troncos habían sido cortadas de abajo hacia arriba, por lo que sobresalían pedazos por todas partes. Era una cruz de madera dura, bastante pesada, y sobre todo muy mal terminada. El joven al verla pensó que el Señor no se había esmerado demasiado en preparársela. Pero como quería realmente entrar en el Reino, se decidió a cargarla sobre sus hombros, comenzando el largo camino, con la mirada en las huellas del Maestro. Y cargó la incómoda cruz. Hizo también su aparición el diablo, es su costumbre hacerse presente en estas ocasiones, y en aquella circunstancia no fue diferente, porque donde anda Dios, acude el diablo.

Desde atrás le pegó el grito al joven que ya se había puesto en camino.

- ¡Olvidaste algo! Extrañado por aquella llamada, miró hacia atrás y vio al diablo muy comedido, que se acercaba sonriente con el hacha en la mano para entregársela.

-Pero ¿cómo? ¿También tengo que llevarme el hacha? - preguntó molesto el muchacho.

-No sé -dijo el diablo haciéndose el inocente. Pero creo es conveniente que te la lleves por lo que pueda pasar en el camino. Por lo demás, sería una lástima dejar abandonada un hacha tan linda.

La propuesta le pareció tan razonable, que, sin pensar demasiado, tomó el hacha y reanudó su camino. Duro camino, por varias cosas. Primero, y, sobre todo, por la soledad. Él creía que lo haría con la visible compañía del Maestro. Pero resulta que se había ido, dejando sólo sus huellas.

Siempre la cruz encierra la soledad, y a veces la ausencia que más duele en este camino es la de no sentir a Dios a nuestro lado. Algo así como si nos hubiera abandonado.

El camino también era duro por otros motivos. En realidad, no había camino. Simplemente eran huellas por el monte. Hacía frío en aquel invierno y la cruz era pesada. Sobre todo, era molesta por su falta de terminación. Parecía como que las salientes se empeñaran en engancharse por todas partes a fin de retenerlo. Y se le incrustaban en la piel para hacerle más doloroso el camino.

Una noche particularmente fría y llena de soledad, se detuvo a descansar en un descampado.
Depositó la cruz en el suelo, a la vez que tomó conciencia de la utilidad que podría brindarle el hacha. Quizá el Maligno -que lo seguía a escondidas- ayudó un poco arrimándole la idea mediante el brillo del instrumento.

Lo cierto es que el joven se puso a arreglar la cruz. Con calma y despacito le fue quitando los nudos que más le molestaban, suprimiendo aquellos muñones de ramas mal cortadas, que tantos disgustos le estaban proporcionando en el camino. Y consiguió dos cosas.

Primero, mejorar el madero. Y segundo, se agenció de un montoncito de leña que le vino como mandado a pedir para prepararse una hoguera con el que calentar sus manos ateridas. Y así esa noche durmió tranquilo.

A la mañana siguiente reanudó su camino. Y noche a noche su cruz fue mejorada, pulida por el trabajo que en ella iba realizando.
Mientras su cruz mejoraba y se hacía más llevadera, conseguía también tener la madera necesaria para hacer fuego cada noche.

Casi se sintió agradecido al demonio porque le había hecho traerse el hacha consigo.
Después de todo había sido una suerte contar con aquel instrumento que le permitía el trabajo sobre su cruz.

Estaba satisfecho con la tarea, y hasta sentía un pequeño orgullo por su obra de arte. La cruz tenía ahora un tamaño razonable y un peso mucho menor. Bien pulida, brillaba a los rayos del sol, y casi no molestaba al cargarla sobre sus hombros. Achicándola un poco más, llegaría finalmente a poder levantarla con una sola mano como un estandarte para así identificarse ante los demás como seguidor del crucificado. Y si le daban tiempo, podría llegar a acondicionarla hasta tal punto que llegaría al Reino con la cruz colgada de una cadenita al cuello como un adorno sobre su pecho, para alegría de Dios y testimonio ante los demás.

Y de este modo consiguió su meta, es decir, sus metas. Porque para cuando llegó a las murallas del Reino, se dio cuenta de que, gracias a su trabajo, estaba descansado y además podía presentar una cruz muy bonita, que ciertamente quedaría como recuerdo en la Casa del Padre. Pero no todo fue tan sencillo. Resulta que la puerta de entrada al Reino estaba colocada en lo alto de la muralla. Se trataba de una puerta estrecha, abierta casi como ventana a una altura imposible de alcanzar.

Llamó a gritos, anunciando su llegada. Y desde lo alto se le apareció el Señor invitándolo a entrar.

-Pero, ¿cómo, Señor? No puedo. La puerta está demasiado alta y no la alcanzo.

-Apoya la cruz contra la muralla y luego trepa por ella utilizándola como escalera -le respondió Jesús-. Yo te la dejé a propósito los nudos para que te sirviera. Además, tiene el tamaño justo para que puedas llegar hasta la entrada.
En ese momento el joven se dio cuenta de que realmente la cruz recibida había tenido sentido y que de verdad el Señor la había preparado bien. Sin embargo, ya era tarde. Su pequeña cruz, pulida, y recortada, le parecía ahora un juguete inútil.

Era muy bonita pero no le servía para entrar. El diablo, astuto como siempre, había resultado mal consejero y peor amigo.

Pero, el Señor, es bondadoso y compasivo. No podía ignorar la buena voluntad del muchacho y su generosidad en querer seguirlo. Por eso le dio un consejo y otra oportunidad.

-Vuelve sobre tus pasos. Seguramente en el camino encontrarás a alguno que ya no puede más, y ha quedado aplastado bajo su cruz. Ayúdale tú a traerla. De esta manera tú le posibilitarás que logre hacer su camino y llegue. Y él te ayudará a ti, a que puedas entrar….

| Fuente: Catholic.net

El Padre Nuestro (Oración Perfecta)

¿Por qué decimos que el Padre nuestro es la Oración Perfecta?
Simplemente porque en ella está resumido todo lo concerniente a Dios, la fe y la esperanza del hombre.
A grandes rasgos podemos observar dos grandes secciones: la primera concerniente a las “cosas” y a la alabanza de Dios y la segunda referente a las necesidades humanas.
Siendo el Padre nuestro la oración que nos enseñó nuestro Señor Jesucristo, seguramente es la primera oración que aprendimos de memoria.
En esta oración se nos invita a orar con sencillez y humildad de corazón, reconociendo nuestra necesidad de Dios y admitiendo nuestras propias debilidades, pidiendo las cosas en el orden que nos conviene, aceptando que Dios sabe las cosas que son mejor para nosotros.
Al rezar esta oración, no solo debemos repetir sin pensar o fijarnos en lo que estamos diciendo, vivir la oración y meditarla profundamente.
El Padrenuestro está conformado por un saludo inicial y siete peticiones: 3 referidas a Dios y cuatro referidas a la tierra.
Saludo
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO. Con esta pequeña frase nos ponemos en presencia de Dios para adorarle, amarle y bendecirle. Al llamarle Padre, nosotros nos reconocemos como hijos suyos. “Padre Nuestro” porque es mío, de Jesús y de todos los cristianos. El cielo no es un lugar sino una manera de estar. Dios está en los corazones que confían y creen en Él. Dios puede habitar en nosotros si se lo permitimos.
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE: Con esto decimos que Dios sea alabado, santificado en cada nación, en cada hombre. Expresamos a Dios nuestro deseo de que todos los hombres lo conozcan y le estén agradecidos por su amor, comprometiéndonos a honrarlo con nuestros actos.
VENGA A NOSOTROS TU REINO: Al hablar del Reino de Dios, nos referimos a hacerlo presente en nuestra vida de todos los días, a tener a Cristo en nosotros para darlo a los demás y así hacer crecer su Reino; y también nos referimos a que esperamos a que Cristo regrese y sea la venida final del Reino de Dios.
HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMOEN EL CIELO: La voluntad de Dios, lo que quiere Dios para nosotros es nuestra salvación, es que lleguemos a estar con Él.
Le pedimos que nuestra voluntad se una a la suya para que en nuestra vida tratemos de salvar a los hombres. Es imitar a Cristo al momento de ser entregado “… no sea mi voluntad sino la tuya…”, poniéndonos en sus manos y entregándonos en un todo a Él, es a la vez imitar a María al momento de la anunciación “… he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según has dicho…”.
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA: Al decir “danos” nos estamos dirigiendo a nuestro Padre con toda la confianza con la que se dirige un hijo a un padre.
Al decir “nuestro pan” nos referimos tanto al pan de comida para satisfacer nuestras necesidades materiales como al pan del alma para satisfacer nuestras necesidades espirituales.
PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN: Los hombres pecamos y nos alejamos de Dios, por eso necesitamos pedirle perdón cuando lo ofendemos. Para poder recibir el amor de Dios necesitamos un corazón limpio y puro, no un corazón duro que no perdone los demás. Este perdón debe nacer del fondo del corazón. Para esto necesitamos de la ayuda del Espíritu Santo y recordar que el amor es más fuerte que el pecado. “…perdónalos Señor, porque no saben lo que hacen…”
NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN: El pecado es el fruto de consentir la tentación, de decir sí a las invitaciones que nos hace el demonio para obrar mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce hacia el pecado, hacia el mal. El Espíritu Santo nos ayuda a decir no a la tentación. Hay que orar mucho para no caer en tentación.
Y LÍBRANOS DEL MAL: El mal es Satanás, el ángel rebelde. La pedimos a Dios que nos guarde de las astucias del demonio. Pedimos por los males presentes, pasados y futuros. Pedimos estar en paz y en gracia para la venida de Cristo.
AMÉN: Así sea.
Al rezar el Padrenuestro, le estás pidiendo a Dios todo lo que necesitas para esta vida y para la vida eterna, no se trata solamente de una repetición sin sentido aparente. El Padrenuestro es un darle gracias, es alabar y adorar a Dios, es solicitar sus bendiciones para nuestra vida y es un acercarnos cada vez más a Él. Es una forma más de estar en comunión con el que es tres veces Santo, el que es trino y uno, el que es TODO.

miércoles, junio 14, 2017

ORACIÓN CORPUS CHRISTI

PARA NIÑOS: 




Me gusta Comulgar, Señor.

Me gusta recibir tu Cuerpo hecho pan de Vida. 

Dame fuerzas para vivir como Tú nos enseñas: 
amando a todos y haciendo el bien.

Te pido que cada vez que comulgue 
cambie mi corazón.

Que crezca en la comprensión, 
el perdón y la generosidad con los demás.

Ayúdame a ser cada día mejor hijo, 
mejor hermano, mejor amigo, mejor cristiano.

Que este Alimento que recibo 
me fortalezca y me de más fe, 
me ayude a amar más
y mejor a los demás.

Gracias Señor por ser
nuestro Pan de cada día.